metronomy

Tras quince años de carrera en permanente ascenso, ribeteada con cinco discos de pop luminoso y de perfil post adolescente, el músico inglés Joe Mount ha comenzado a sentir el peso de la madurez encima de sus hombros. Una evolución que tiene que ver con factores inevitables (el paso de los años, su nueva condición de padre), pero también con la incómoda sensación de llevar mucho tiempo funcionando con el piloto automático en marcha. Dos cuestiones que su nueva criatura, “Metronomy Forever” (Because Music, 2019), conjura de diferentes modos.

Por un lado, introduciendo miedos y dudas de naturaleza adulta en las letras de las canciones, sin duda las más personales y complejas que ha escrito hasta ahora. Y por otro lado, mediante la búsqueda de nuevos estilos y acentos en el proceso de producción. El resultado es un disco largo y muy variado, cuya naturaleza resulta casi suicida en el entorno de la música actual, pero que también abre muchas puertas en el imaginario de la banda. Desde su retiro campestre, en el corazón de Inglaterra, Mount habla de estas y otras cuestiones.

Bendición y maldición a partes iguales

Dentro de la trayectoria de Metronomy hay un punto muy claro de inflexión, que tiene que ver con la aparición de “The look”. Tener en el repertorio una canción tan popular como esa, ¿es una bendición o una maldición?

Es una cuestión interesante (risas). Supongo que es una bendición, porque ha ayudado a que la banda sea muy conocida. Y lo más interesante es que escapa de las fórmulas que suelen ser populares: no tiene un estribillo, ni un gancho melódico, ni siquiera una letra que la gente pueda repetir. Es también una bendición porque funciona como puerta de entrada para muchos de nuestros seguidores. En ese sentido, es como tener un anuncio luminoso en el centro de una gran ciudad. Pero es cierto que también puede ser una maldición, porque siempre habrá gente que te pida hacer una y otra vez la misma canción, y también porque te obliga a moldear los conciertos a su alrededor. Sería impensable no tocar “The look” en un concierto de Metronomy, ¿verdad? Pero bueno, creo que en el cómputo total me quedo con las ventajas.

Vuestro nuevo disco nuevo se llama “Metromony forever”. Es un título interesante; suena como a película musical, o a recopilatorio de alguna banda de los sesenta o setenta que sigue viviendo de las rentas.

En realidad, por ahí van los tiros (risas). Es una reflexión acerca del poder de la música. De lo que significa estar en una banda, y de lo importante que es la música para mucha gente. De todos esos músicos que fueron populares durante algún tiempo y luego cayeron en el olvido, y que esperan que algún revival los rescate.

Una banda asentada

Pero Metronomy es una banda asentada, no parece que vuestra popularidad vaya a desaparecer de la noche al día.

Claro que no, pero tampoco me veo tocando con Metronomy dentro de quince o veinte años. Y eso es lo que me hace seguir trabajando con ilusión: saber que es un proyecto que se puede terminar en cuanto empiece a aburrirme o a repetirme. No quiero que nos convirtamos en una banda como Pavement o Pixies, que se arrastran por los festivales con un repertorio escrito hace treinta años. Espero que lo anterior no haya sonado demasiado mal (risas), ¡me encantan esas bandas!

Entonces, ¿te ves dejando la música dentro de unos años?

No pienso dejar la música, entre otras cosas porque se ha convertido en mi profesión (risas). Pero me gustaría más dirigir mi carrera de una manera diferente. Piensa en una persona como Nick Cave: se ha convertido en un artista respetado fuera de los círculos del pop, cercano a la figura de un cantautor tipo Leonard Cohen, y eso le permite enfrentar otro tipo de trabajos, como bandas sonoras o discos conceptuales. Puede seguir reinventándose, sin necesidad de estar mirando continuamente a su pasado. Igual es un poco pretencioso, pero es así como me gustaría envejecer dentro del mundo de la música.

Las dos versiones de Metronomy

En realidad, “Metronomy forever” es un paso en esa dirección, se trata de un disco que has grabado en solitario. ¿Qué papel dejas para el resto de la banda?

Hay dos versiones de Metronomy. En el estudio estoy yo solo, y tomo todas las decisiones. Pero a la hora de tocar en directo somos una banda democrática, en la que se hablan todas las cuestiones y las canciones cambian en función de esas conversaciones. Hay veces que también llamo a mis compañeros para tocar en algún pasaje del disco, porque después de todo me conocen mejor que ningún otro músico.

El disco lo has grabado en tu nuevo estudio, que has construido en una granja en el corazón de Inglaterra. ¿Por qué te has mudado al campo?

En parte se debe a que ahora tengo una familia y quiero disfrutar de ella de una manera más profunda. Pero también porque quería recuperar la relación que mantenía con la música cuando era más joven. Cuando era adolescente escuchaba música en mi cuarto y escribía canciones sentado en la cama, pero cuando la banda se hizo más conocida empezamos a tener que alquilar locales de ensayo y estudios de grabación. En algún momento, llegué a sentir que tocar en la banda era en cierto modo como ir a la oficina, y era una sensación que no me gustaba. Así que tener el estudio en casa me permite recuperar esa relación de amor por la música que tenía al principio.

¿Y cuál es tu rutina? ¿Cómo te las arreglas para no confundir lo doméstico y lo profesional?

Empiezo el día con mi familia, les hago el desayuno, llevo a los niños al colegio y luego ya me siento a trabajar. Es una situación bastante relajada, al menos por el momento. Ni siquiera siento que esté realizando un trabajo, me veo más como alguien con un hobby, como si estuviera haciendo maquetas de aviones, o algo parecido.

Un movimiento arriesgado

Pero se nota que aprovechas bien el tiempo: a la vez que grababas “Metronomy forever” has producido el nuevo disco de Robyn. ¿Cómo surgió esta colaboración?

En realidad, queríamos hacer algo juntos desde 2013, pero no se ha materializado hasta ahora. Todo comenzó de una manera más modesta, como una sesión para una sola canción. Pero mientras estábamos grabando me contó que notaba cómo su música se estaba volviendo más adulta, una situación muy parecida a la que estaba viviendo yo mismo. Así que decidimos aprovechar esa energía para escribir juntos, una experiencia que ha sido maravillosa y enriquecedora. Creo que se nota en el disco, del que me siento muy orgulloso.

¿Ha influido ese trabajo de algún modo en “Metronomy forever”?

Me he cuidado mucho de que no hubiera trasvase de influencias en ninguno de los dos sentidos. Mi música tenía que ser muy diferente a la suya, precisamente para poder hacer mejor el trabajo de productor.

Con sus diecisiete canciones y su larga duración, “Metronomy forever” es un disco atípico. Al menos para los tiempos que corren, en los que triunfan los singles sueltos y los videos de Youtube.

Soy consciente de que es un movimiento arriesgado, pero tampoco creo que importe demasiado. Habrá gente que coja las canciones que le gusten y las meta en sus playlist, y también quien se aburra del disco y lo olvide rápidamente. Pero yo necesitaba sentir esa libertad que te da enfrentar la creación de todo un disco. La experiencia artística es muy diferente si te enfrentas a todo un álbum que si haces una sola canción. Tienes que pensar de una manera global y tomar otro tipo de decisiones.

Estilos y sonidos diferentes

Y sin embargo, “Metronomy forever” elude esa sensación de unidad. Antes bien, toca muchos estilos y tipos de sonido diferentes. A ratos parece más una mixtape que un disco convencional.

Es algo que he buscado adrede. Metronomy tiene un sonido muy particular y asentado, y me apetecía descubrir cómo romperlo. Quería grabar un disco ecléctico, intentar que funcionara como una versión más honesta de mí mismo, con todas las cosas que me interesan, tanto a nivel musical como a nivel personal. Dar a los oyentes la posibilidad de quedarse con unas partes o con otras.

De hecho, algunas de las letras hablan de la necesidad de hacerse mayor y de las nuevas responsabilidades que surgen. ¿Te preocupa ser adulto?

Me he dado cuenta de que nunca más voy a ser una persona rompedora, al menos dentro del mundo de la música. Pero tampoco me importa, ya no siento esa obsesión por la música que tenía cuando era adolescente. A cambio, he crecido de una manera aceptable, tengo una familia estupenda y una banda con la que hago cosas interesantes, y eso tiene que reflejarse en las canciones de algún modo. Si hacerse adulto consiste en esto, no tengo ningún problema.

Producción noventera

Al mismo tiempo, el disco es bastante noventero en su producción. Hay varias canciones que recuerdan a la época de esplendor de la música rave, a cosas que tal vez escuchabas cuando eras adolescente.

En realidad, he descubierto toda esa música más adelante. En parte porque era muy pequeño cuando estaba de moda, y en parte porque entonces no resultaba tan sencillo acceder a ella. No existía esa facilidad para escuchar cualquier cosa en cualquier momento. Además, cuando era adolescente no tenía las ideas muy claras y escuchaba muchas cosas diferentes, como Weezer, Soundgarden o Rage Against The Machine. También otros nombres que ahora me da más vergüenza reconocer (risas).

Para terminar, me llama la atención que hayáis grabado una versión de Rosalía.

Coincidimos con ella cuando estuvimos en el Mad Cool y nos impresionó. Me parece una artista brillante y muy especial, con un lenguaje propio y una visión muy clara. Así que, cuando nos ofrecieron grabar una versión para el programa Konbini Originals, nuestro teclista Michael propuso que hiciéramos “Pienso en tu mirá” y a todos nos pareció bien.

En marzo estaréis tocando en España ¿Incluiréis esa versión en el repertorio?

Pues depende de si consigo que mi acento español mejore desde aquí hasta entonces (risas). Pero no es mala idea, creo que a la gente le gustaría. La propia Rosalía nos ha escrito para decir que le encantaba nuestra versión, y eso nos parece un halago muy grande.

www.metronomy.co.uk

Entrevista: Vidal Romero
Foto: Michel Yong

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