Dune, obra de culto que permanece con nosotros desde que fue concebida como novela en 1965 por Frank Herbert, un éxito rotundo que tuvo su secuela y probó fortuna a modo de película en 1984. Sin embargo, aquel precedente que dirigió nada menos que David Lynch acabó en fracaso –casi– unánime de crítica y público.

Con esta mimbrera os puedo asegurar que éramos cientos de miles los que estábamos esperando esta nueva adaptación en el cine, la del franco-canadiense Denis Villeneuve (Arrival, Enemy). Y lo ha vuelto a lograr. Si bien aupase en 2017, y por su alucinante estética, un clasicote del tech noir como Blade runner, la identidad y cinematografía del director han otorgado a Dune un potente lavado de cara.

La facilidad de teletransportarnos diez mil años en el futuro con Dune

Mucho carácter en las atmósferas, el trato del color y en la licencia narrativa. Nos implica como quiere. Aunque la trama suceda unos diez mil años en el futuro y en planetas como el inhóspito Arrakis o el industrializado Giedi Prime, somos capaces de insinuarnos, de teletransportarnos el rato que dura la nueva cinta a cada acto de la misma. Incómodos y exhalando peligro a cada minuto.

Asco incluso a esa estructura feudal y religiosa que es pura opresión. Una oda visual y de sensaciones en la butaca que además enmarcan con solvencia intérpretes como Timothée Chalamet, Josh Brolin, Oscar Isaac, Stellan Skarsgård o Javier Bardem. A este último casi no lo vemos con un gran personaje como Stilgar, entre toneladas de arena y porque todo apunta a que tendrá más protagonismo en la segunda parte…

A diferencia del marrón de Lynch de tener que adaptar toda la novela en dos horas y pico, en esta ocasión el melón lo tenemos partido en dos bloques. Tendremos que esperar –y si todo marcha bien– hasta 2023. Se ha vertido incluso que la cosa puede acabar en saga o como poco adaptar también El mesías de Dune, donde se continúa la historia de Paul Atreides doce años después de los sucesos ocurridos en Dune. Prometedor.

Disponible en www.hbomax.com

dune

Texto: Bruno Garca

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