De todos los adjetivos que servirían para describir a una banda como The Horrors, quizás el menos apropiado sea “complaciente”. Y es que la trayectoria de estos cinco tipos de Southend-on-Sea sólo puede explicarse como una sucesión de giros de estilo, cambios de sonido y experimentos formales; una aparente afición por dispararse en el pie, que no les ha impedido formar una sólida legión de seguidores ni encajar media docena de canciones en las listas de éxitos de su país. Su quinto disco, crípticamente titulado V (Wolf Tone, 2017), es fiel a esta tradición de mudar la piel en cada entrega, y supone un retorno a ese rock visceral y abrasivo, oscuro y cargado de electricidad, que practicaban en sus primeros tiempos. Eso sí, sin descuidar toda la sabiduría psicodélica que han acumulado en doce años de carrera.

 

Al otro lado del teléfono, el guitarrista Josh Hayward explica que el sentimiento de colectividad con el que él y sus socios se toman la banda tiene mucho que ver con este continuo flujo de estilos. Somos cinco personas que ponen en común sus gustos e influencias, y estos no evolucionan de manera paralela. Es una diversidad que se infiltra en la música que hacemos y le añade riqueza, pero que también les obliga a enfrentarse a cada disco con una disposición de primerizo. Nunca partimos de una idea específica, pero sí es cierto que intentamos no repetirnos. Y eso nos obliga a plantear los discos a partir de estados de ánimo, a pensar en ideas globales desde las que podamos ir dando forma a las canciones. En este caso decidimos que el sonido tenía que ser más duro y estridente, más cercano a la experiencia que es ver a The Horrors en directo.

Te creo, porque tuve la suerte de veros el año pasado en el Liverpool Psych Fest, y en aquel concierto funcionasteis como una auténtica apisonadora. Creo que todavía me pitan los oídos. Yo también te creo, porque ese fue uno de los mejores conciertos que dimos en todo el año pasado (risas). Quizás porque ya habíamos empezado a trabajar en el disco y teníamos la actitud apropiada. De hecho, cuatro de las canciones que contiene ya sonaron ese día.

¿Entonces habéis ido rodando las canciones en directo antes de grabarlas? En realidad sucedió al revés: habíamos grabado esas canciones y queríamos comprobar qué tal funcionaban en directo. Con todos los discos hemos seguido la misma estrategia, que consiste en trabajar en el estudio hasta dar forma a una atmósfera definitiva. No es algo sencillo. En este caso el proceso de grabación se alargó durante seis meses, y eso es menos tiempo del que solemos tardar, un tiempo en el que grabamos mucha música, aunque no siempre fueran cosas relevantes. Ha existido mucha prueba y error, han surgido muchas ideas que había que desechar, pero que forman una parte importante de todo el proceso: aunque no te quedes con una canción en concreto, siempre aprendes algo que podrás utilizar en la próxima que escribas.

Me parece interesante que hayáis decidido volver a un tipo de sonido más crudo y más directo. Es lo opuesto a lo que sucedía en vuestros discos anteriores, que eran mucho más elaborados. Una de las razones por las que intentamos no repetirnos es porque nos aburrimos con facilidad, pero también porque una vez terminamos de grabar un disco sentimos que hemos quemado una etapa, que todos los recursos e ideas que podíamos llegar a desarrollar alrededor de ese concepto determinado están ya utilizados. Así que a la hora de plantearnos hacia dónde debíamos dirigirnos en esta ocasión se nos ocurrió que los últimos discos habían sido muy luminosos y brillantes, que tal vez era el momento de volver a lo que siempre habían sido The Horrors y grabar un disco feo y sucio.

Antes me hablabas del carácter democrático que tiene la banda. ¿Cómo funciona ese carácter a la hora de escribir canciones? ¿A base de improvisar y hacer jams en el estudio? Siempre existe algún punto de partida, ya sea una línea de bajo que Rhys (Webb) se saque de la nada, una programación que Tom (Furse) haya traído de casa, una melodía que estuviera dando vueltas en la cabeza de Faris (Badwan) o incluso alguna parte de una canción desechada. Si nos interesa esa idea la exploramos y experimentamos a su alrededor, intentando dar forma a una canción, o al menos a algo que pueda llegar a ser una canción. Como ya te he dicho antes, se trata de un trabajo lento al principio, pero que luego evoluciona con mucha rapidez. Llegó un momento en el que teníamos dieciséis o diecisiete canciones de las que todas nos gustaban, y entre ellas escogimos las que darían forma al disco.

Una parte fundamental dentro de V es el sonido de las guitarras. Tengo entendido que fabricas a mano tus propios pedales y efectos. Es otra manera de expresarme y de conseguir que las guitarras resulten diferentes cada vez que entramos a grabar. Llega un momento en el que visualizo un determinado sonido en la cabeza, uno que expresa de algún modo lo que intento transmitir, y la manera de traducirlo a la realidad pasa por fabricar un efecto específico añadiendo los componentes que me interesan. Es algo que comparto con el teclista de la banda, Tom, que también suele diseñar los sonidos que utiliza en cada canción. Pero para mí sentarme a programar delante de un ordenador resulta muy aburrido. Prefiero el trabajo manual.

Otra cosa que me llama la atención es la cantidad de texturas y sonidos de ambiente que existe en cada canción, todas esas grabaciones de campo que están enterradas en el fondo de la mezcla. ¿Era una manera de introducir algún tipo de referencia geográfica dentro del disco? Eso es también cosa de Tom, que suele ir a todas partes con una grabadora y la saca cuando encuentra algo interesante. Luego casi nunca recuerda dónde ha grabado cada sonido, así que no existe ninguna referencia que podamos utilizar (risas), pero termina aislando fragmentos muy interesantes que refuerzan la atmósfera que intentamos crear en cada momento.

Grabasteis vuestros dos discos anteriores, Skying (2011) y Luminous (2014), en vuestro propio estudio y prescindiendo de productor. En V, en cambio, habéis llamado a Paul Epworth. ¿A qué se debe este cambio? Con estos dos discos teníamos la sensación de que no habíamos exprimido al máximo nuestras capacidades, también de que no habíamos llegado todo lo lejos que nos habría gustado. Así que pensamos que sería interesante tener una opinión externa, alguien que nos apretara cuando fuera necesario, y que nos guiara cuando estuviéramos perdiendo pie.

Epworth es un tipo conocido por haber producido a gente como Adele, Rihanna o Lorde, así que resulta una opción como mínimo curiosa. ¿Qué os atrajo de él? Paul es conocido por esas artistas, pero ha trabajado con todo tipo de gente y sus discos suelen tener un sonido impresionante. Por otro lado, nos gusta que las canciones tengan un cierto componente pop, aunque no se reconozcan a primera escucha, y Paul tiene muy buen oído para las melodías, sabe cómo trabajarlas para que no se pierdan dentro de la maraña de arreglos y texturas que solemos levantar. Y, además, cuando le contamos lo que queríamos hacer lo vio también como un reto personal, una manera de explorar sus propios límites.

Me gustó mucho la puesta en escena que utilizasteis en el concierto de Liverpool, una tupida cortina de humo y luces blancas, en la que los miembros de la banda aparecían y desaparecían continuamente, como si fueran espectros. Utilizar de esa manera recursos tan analógicos resulta muy refrescante en un mundo como el actual, en el que todo el mundo está obsesionado con diseñar shows multimedia. ¿Qué estáis pensando de cara a la gira nueva? Es algo que todavía no hemos trabajado, así que no puedo avanzarte gran cosa en ese aspecto. Pero sí puedo decirte que será un espectáculo sobrio y más enfocado hacia las luces. Al final, las imágenes te obligan a ir a su ritmo, y eso no ayuda a una banda como The Horrors.

www.thehorrors.co.uk

Entrevista: Vidal Romero

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