Tras doce años de carrera ascendente y seis discos de estudio, Beach House había desarrollado un lenguaje reconocible, que miraba sin disimulo al dream pop de los noventa y la psicodelia de los sesenta, mientras engarzaba estribillos adhesivos e instrumentaciones épicas en canciones de cinco minutos de duración, salpimentadas con la dosis justa de existencialismo posadolescente. Una fórmula que igual servía para ganarse el puesto en el escenario principal de cualquier festival que para iluminar la intimidad de una habitación solitaria, y que a fuerza de repetirse estaba amenazando con devorar a sus autores. Por eso, Victoria Legrand y Alex Scully (el interlocutor de esta entrevista) han decidido dar un paso atrás y replantear muchos de los automatismos y lugares comunes que manejaban. Han decidido recuperar el placer de tocar música porque sí, sin pensar en cómo hay que venderla o en si será fácil llevarla después al directo. Y el resultado es 7 (Bella Union, 2018), un disco de sonido emocionante y expansivo, que devuelve al dúo a la fragilidad y la inocencia de sus primeros tiempos.

 

En 2015 publicasteis dos discos, Depression Cherry y Thank Your Lucky Stars, con unas pocas semanas de diferencia. ¿No fue una decisión arriesgada? Aquel fue un periodo muy creativo para nosotros. Tan creativo que antes de empezar a grabar Depression Cherry ya disponíamos de material suficiente para producir un segundo disco. Así que nos las arreglamos para estirar las sesiones en el estudio y grabar todas las canciones que habíamos escrito. Puesto que los dos discos eran muy diferentes entre sí nos encontramos con el problema de cómo debíamos promocionar el segundo, Thank Your Lucky Stars, y decidimos que sería interesante publicarlo de una manera discreta, sin realizar entrevistas ni actos promocionales, y dejar que la música hablara por sí misma. Queríamos comprobar qué sucedía con el disco, si era bien recibido a pesar de esa aparente falta de apoyos. De algún modo, estábamos reivindicando nuestro derecho a la inocencia, a la vez que descubríamos dónde estaban nuestros límites. Pero viendo el resultado, es algo que no volveríamos a hacer.

¿Tiene esa decepción algo que ver con la manera en que se ha gestado 7? Según contáis en la nota de prensa, construir vuestro propio estudio de grabación ha sido crucial a la hora de escribir el disco. No lo definiría como crucial, porque no somos el tipo de banda que considera el estudio como una fuerza motriz o que construye sus canciones a partir de experimentos con el sonido. Construir un estudio propio es un proyecto que teníamos en mente desde hace tiempo, pero que obedece a motivos más pragmáticos: los estudios de grabación profesionales son lugares caros, y cuando estás en ellos no puedes evitar sentir la presión del tiempo; esa sensación de que tienes que hacer tu trabajo y largarte de allí cuanto antes. Una sensación que no es precisamente divertida, y que no aporta tranquilidad a la hora de trabajar. En esta ocasión nos apetecía probar algo diferente, disponer de libertad para grabar lo que quisiéramos, cuando nos apeteciera y de la manera que quisiéramos, sin notar el péndulo del tiempo girando sobre nuestras cabezas. Nuestra intención era producir un disco más natural, y creo que lo hemos conseguido.

A mí también me lo parece. De algún modo, me recuerda a vuestros dos primeros discos, cuando todavía grababais en un estudio casero. Incluso es un poco naif en algunos aspectos. Entiendo lo que quieres decir y lo comparto. Hace mucho tiempo que no escucho esos discos, pero recuerdo perfectamente la sensación de libertad que teníamos, y es algo que hemos recuperado.

También es un disco más experimental que los últimos que habíais publicado. Mucho más de texturas que de canciones. No estoy de acuerdo con esa apreciación. La mayoría de la gente necesita anclarse a una estructura típica de canción, en la que se suceden verso y estribillo, y nosotros estábamos un poco hartos de seguir ese modelo. Pero eso no significa que hayamos dado más importancia a la producción que a la composición o que las texturas estén situadas por delante de las melodías. Lo primero es siempre la canción. Solo cuando está terminada empezamos a pensar en cómo queremos vestirla.

Precisamente me refería a eso, a que se trata de un disco que elude los estribillos, que se recrea en las repeticiones y las atmósferas. Pero eso no significa que hayamos dejado de lado las canciones. Al contrario, lo que ha sucedido es que hemos buscado soluciones menos evidentes, pero que están plenamente integradas en la historia del pop. Hemos optado por un formato más narrativo, parecido a mirar cómo va cambiando el paisaje mientras estás de viaje.

La instrumentación es atípica, al menos para vuestros estándares: abundan los sintetizadores, y existen varias canciones en las que ni siquiera se escuchan guitarras. Es cierto que los teclados tienen un mayor protagonismo, pero no ha sido algo premeditado. A medida que te haces mayor empiezas a buscar inspiración en otro tipo de lugares, y eso te lleva a variar la manera en la que te relacionas con los instrumentos. Quiero decir, cuando eres joven, tocar una guitarra con distorsión es algo que resulta muy cool, pero ahora mismo prefiero encontrar esa capacidad para emocionarme utilizando otros instrumentos o probando combinaciones más suaves entre los pedales de efectos.

Esa paleta de sonidos afecta al tono general del disco, que es pausado y un poco moroso, sobre todo si lo comparamos con el resto de vuestros discos. Se trata, de nuevo, de algo que no estaba planeado. Simplemente, sucedió de esa manera. En muchas ocasiones llegábamos a casa sin fuerzas, después de haber viajado a cualquier lugar para dar un concierto, y al encender el estudio no nos apetecía coger las guitarras. Preferíamos centrarnos en resolver las canciones de una manera sencilla, dejando que el resultado fuera lo más natural posible.

El disco está producido junto a Sonic Boom, antiguo miembro de Spacemen 3 y responsable de Spectrum. ¿Por qué decidisteis trabajar con él? Sentimos mucho respeto por todo lo que ha hecho Sonic Boom, tanto en su carrera musical como en su faceta como productor. Pero la razón principal para llamarlo es que queríamos alguien que nos sacara de nuestra zona de confort, y él resultaba perfecto para esa misión. No nos interesaba utilizar su figura para parecer más cool como banda o para obtener algún tipo de beneficio. Ese tipo de cosas acaban saliendo mal.

¿Y cómo ha sido la experiencia? Más que como un productor al uso ha funcionado como un consejero, una persona capaz de guiarnos hacia nuestro objetivo, aunque a veces eso significara tomar un camino más largo. Su contribución tiene mucho que ver con las vibraciones que transmite el disco, con saber encontrar la energía que desprendía cada canción y aprovecharla al máximo.

Tanto la portada del disco como los vídeos que habéis publicado parecen inspirados en los experimentos visuales, de elevado nivel psicodélico, que desarrollaron bandas de los ochenta como Spacemen 3 o Loop. Puedo entender por qué ves esa conexión, pero la verdad es que hemos acudido a las fuentes originales en la década de los sesenta. Imagino que conoces el op-art, ¿verdad? Pues queríamos hacer un homenaje a ese estilo, porque su simplicidad y su potencia visual tienen muchos puntos de conexión con la manera en que están escritas la canciones, y también nos permite probar cosas nuevas cuando tocamos en directo.

Hablando de ese tema, imagino que llevar este disco al directo os obligará a realizar cambios importantes, sobre todo para salvar la diferencia que existe entre este material y vuestras canciones antiguas. Ya hemos tocado gran parte del material nuevo en directo y ha sido una experiencia muy divertida. Como varias de las canciones tienen una forma elástica, es sencillo hacer que encajen dentro de los conciertos, y que dialoguen con el resto del repertorio. El resultado es energético y muy intenso, incluso hay ocasiones en las que conseguimos mantener en escena esa intimidad que transmite el disco cuando lo escuchas en casa.

www.beachhousebaltimore.com

Entrevista Vidal Romero
Foto: Shawn Brackbill

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