El Sueño de Hyparco

A finales de los ochenta, la escena española atravesaba momentos de cambio: los ecos de la Movida se estaban apagando, pero todavía no había estallado el fenómeno del indie. Fue en ese caldo de cultivo en el que Antonio Dyaz, un madrileño aficionado a los sintetizadores y la kosmische alemana, hizo crecer El Sueño De Hyparco, un proyecto de electrónica experimental que siempre tuvo más éxito de crítica que de público. La reedición de uno de sus álbumes, Ambientes Hormonales (Urpa I Mussel, 2017), ha permitido que una nueva generación rescate este pequeño tesoro, pero también ha animado a Dyaz a volver a los escenarios. La próxima cita, en el festival MIRA.

 

Empecemos con un poco de historia. Tengo entendido que naciste y creciste en Madrid. ¿Estudiaste algo relacionado con la música cuando eras niño, o llegaste a ella por afición?

Tuve un profesor particular de solfeo y piano, pero algo muy humilde, un chaval que venía a casa un par de horas por semana. Me dio por imposible. Si tocaba una partitura, me ponía a improvisar sobre la música, soy muy poco disciplinado. Tenía un órgano de dos teclados de segunda mano, que incorporaba un pequeño sintetizador monofónico. Sale una foto muy chula de ese instrumento, o mejor dicho de ese mamotreto, en la reedición de Ambientes Hormonales. Tengo el pelo corto, así que tendría diecisiete o dieciocho años, porque desde entonces no me lo he vuelto a cortar.

¿Cuándo descubriste la música electrónica?

Escuchaba todos los discos que sacaban Vangelis y Jean Michel Jarre, y cuando descubrí a Tangerine Dream y sobre todo a Klaus Schulze me volví loco. Tengo todos sus vinilos. Y encima le eché morro y le entrevisté cuando tocó en Madrid, ya que entonces escribía para Keyboard Magazine. Acabamos en el bar de su hotel tomando birras con aceitunas, le regalé una copia de “Ambientes Hormonales” y le conté lo de mi seudónimo Klaus…

 

El Madrid de finales de los ochenta era un lugar extraño para la música experimental

 

Según me explicaba Javier Piñango en una entrevista, el Madrid de finales de los ochenta era un lugar extraño para la música experimental, porque había desaparecido la generación de principios de la década y no existía recambio. ¿Cómo era el ambiente de la ciudad en aquella época?

Era una época pobre, oscura y chunga en muchos sentidos. A mí no me pilló la Movida, esa gente tenía diez años más que yo, y me alegro porque no me interesa nada. Vivía en Moratalaz, un barrio obrero al lado de Vallecas, y allí nadie sabía lo que era la música electrónica, ni siquiera la música clásica. Mi padre era un melómano, y tanto yo como Julián Aragoneses, el otro miembro “permanente” de El sueño de Hyparco, le debemos el afán por indagar en las tiendas buscando discos singulares. También mi amor por la ópera, en especial por las de Wagner.

Tus intereses personales estaban enfocados hacia la kosmische y la música planeadora alemana; incluso llegaste a ponerte el sobrenombre de Klaus Böhlmann. Cosas muy poco populares a finales de los ochenta.

Poco popular se queda corto: nadie tenía la menor idea de que aquello existía. Mientras Rubycon de Tangerine Dream se aupaba a las listas de los LPs más vendidos en Inglaterra, un disco instrumental, con dos temas de casi veinte minutos cada uno, aquí estaban con Alaska y Dinarama, Nacha Pop y esas cosas. Llevábamos dos décadas de retraso en cuanto a sonidos y enfoques. Yo era muy fan de los sintetizadores analógicos y me gastaba todo lo que ganaba, pirateando juegos de Atari o programando software para revistas semanales, en comprar cacharros de segunda mano como el Korg Polysix, el MS-20, el Prophet… Mis padres me querían echar de casa: no cabía un solo teclado más.

 

«El Roland D50 supuso una revolución»

 

Oficialmente, El Sueño De Hyparco era tu proyecto personal, pero alrededor siempre gravitaban colaboradores como Suso Sáiz o Iury Lech. ¿Cómo funcionaba el grupo? ¿Qué tipo de instrumentos utilizabais?

Suso y Iury han colaborado de manera puntual, pero ellos tienen sus propias carreras, muy sólidas, y sin el largo paréntesis silencioso de El Sueño de Hyparco. En cuanto a los instrumentos, todo era analógico hasta que compramos un Roland D50, que supuso una revolución porque empezamos a utilizar el MIDI. También teníamos un violín con una pastilla, cuyo sonido procesábamos a través del MS20 y lo reproducíamos en directo con una grabadora de seis pistas que todavía conservo. Muy artesanal y divertido. No utilizábamos ordenadores ni teníamos gafas de pasta. Serán cosas de la edad.

 

Vuelta a la actualidad gracias a la reedición de Ambientes hormonales

 

El Sueño De Hyparco ha vuelto a la actualidad gracias a la reedición de Ambientes hormonales, vuestro primer vinilo. ¿Cómo se compuso y se grabó aquel disco?

Eso de que hemos vuelto a la actualidad suena muy bien (risas). Ambientes Hormonales es la banda sonora de un espectáculo multimedia que planteé al Ayuntamiento de Madrid en 1988. Éramos cuatro músicos en directo, rodeados de teclados, con proyección de gráficos generados por ordenador (en pantallas de fósforo verde), la intervención de dos performers y esculturas. Una cosa absolutamente marciana, que se estrenó con llenazo en el Centro Cultural El Torito de Moratalaz.

 

Entre el ambient, el krautrock, el synth pop

 

Escuchándolo con perspectiva, funciona como una colección de canciones entre el ambient, el krautrock, el synth pop y el experimento. ¿Se trataba de una manera de mostrar la versatilidad que podía llegar a tener el proyecto, o existía algún tipo de concepto detrás de toda la grabación?

El disco tocaba diversos palos de la música electrónica no bailable, o lo que es lo mismo, el Dark Electronic. El argumento del disco estaba escrito en la contraportada, y se ha respetado para la reedición. Los diez temas narran una historia; delirante, pero historia al fin y al cabo.

Como decíamos, Ambientes hormonales se reeditó el año pasado a través del sello Urpa I Mussel. ¿Qué supuso para ti volver a enfrentarse a un disco grabado veinticinco años antes? ¿Cómo crees que ha envejecido?

Me parece heroico que lográramos construir ese disco hace tanto tiempo, y muy emocionante que unos chavales talentosos y voluntariosos se hayan tomado la molestia y la pasión de reeditarlo. Es el mejor piropo profesional que he recibido en la vida. El disco no ha envejecido, pero yo sí, por eso lo que tocaremos en MIRA se llamará “Deconstructing Ambientes Hormonales”. No tendría sentido tocar lo mismo veinticinco años después, no somos los Rolling Stones.

 

En el festival MIRA mantenemos el Korg MS20, tan analógico y tan bestia, y el violín procesado

 

¿Cómo será entonces el directo que podremos ver en el MIRA?

Mantenemos el Korg MS20, tan analógico y tan bestia, y el violín procesado. Julián Aragoneses añade su saxo MIDI, live electronic, y cómo no, utilizamos un Mac: han pasado más de dos décadas. El resultado no es nada complaciente, es más bien duro. La música de El Sueño de Hyparco es rocosa, hay que trepar por ella y al final hay recompensa cuando haces cumbre. Si nos sigues el juego te seducimos, es un pacto entre el público y nosotros. Y a eso añadimos los extraordinarios visuales de Alba G. Corral, amiga desde aquellos años, pero con quien nunca había compartido escenario.

A la vez que el grupo, montaste un sello, Hyades Arts, en el que aparecieron algunos de los discos más arriesgados y aventureros de la época. ¿La idea era disponer de una plataforma para publicar los discos de El Sueño De Hyparco, o sentías que alguien tenía que hacer aquel trabajo sucio?

Tampoco era tan sucio (risas). Primero fue Producciones Hyparco, un sello de casetes con varias referencias nuestras, pero en el que también editamos música electrónica y experimental de artistas de todo el mundo. No existía internet, era todo por correo, muy entrañable y artesanal. Tampoco había Photoshop, y las carátulas se diseñaban con collages, pegamento, Letraset, fotocopias en color y guillotina. Después cambiamos el nombre a Hyades Arts, y ahí editamos tres vinilos, justo cuando el vinilo moría (ahora ha resucitado, y gracias a esa resurrección se ha reeditado el disco), y tras los vinilos llegaron más de treinta referencias en CD, que se dice pronto.

 

«La música minoritaria no vende, aunque proporcione mucho placer a un pequeño grupo de oyentes»

 

En un artículo que publicaste en El Estado Mental, contabas que erais muy populares a nivel de prensa y medios, pero casi no vendíais discos. ¿Era una consecuencia de la época en la que apareció, donde el mercado estaba copado por la mákina?

La música minoritaria no vende, aunque proporcione mucho placer a un pequeño grupo de oyentes. Hay que tener eso claro y buscar la manera de rentabilizar las producciones. Pero éramos unos veinteañeros con más energía que conocimientos empresariales, y aquello fue un bello suicidio comercial. En ese artículo que comentas se narra todo el proceso con muchos detalles escabrosos.

Hyparco, Hyades, los motivos geométricos y arquitectónicos que aparecían de manera recurrente en el sello… ¿Toda esa influencia clásica era el resultado de los movimientos postmodernos que habían florecido a mediados de los ochenta, o venía de algún otro sitio?

Mi padre era arquitecto, y me transmitió esa pasión por los órdenes clásicos griegos. Me parecen geometrías hermosas, diseñadas hace miles de años por unos tipos que conocían la distancia entre la Tierra y la Luna, como Hyparco, mientras en la Península Ibérica se mataban a pedradas.

 

«Tuvimos un flechazo con los fundadores de Sónar»

 

Tocaste con El Sueño de Hyparco en la primera edición del festival Sónar, en el año 1994. ¿Cómo fue aquella experiencia?

Teddy Bautista nos presentó en el MIDEM de Cannes a los fundadores de Sónar, Enric, Ricard y Sergi, y tuvimos flechazo instantáneo. Allí cerramos que tocaríamos ese mismo año en la primera edición del festival. Tocamos la noche del sábado, mientras Neuronium actuaba en la carpa de al lado. La gente esperaba de nosotros algo planeador o New Age (y eso que odiamos la New Age), y se encontraron con una actuación que a ratos tenía elementos de trash metal, ya que utilizamos muchos samples de Napalm Death. Fue una pasada, pero por desgracia en Sónar no conservan ni audio ni un solo fotograma de aquella actuación, y eso que se supone que todo quedaría grabado, aunque fuera en VHS. Es una pena, pero no eran tiempos como los de ahora, no existían los smartphones y no era tan sencillo.

En este sentido, me llama la atención que hace veinticinco años hubiera instituciones públicas y privadas dispuestas a financiar aventuras más bien “difíciles” (pienso también en las jornadas de música electrónica que montasteis en Nueva York), y ahora mismo todo eso se ha desmantelado. ¿Hemos ido a peor?

La SGAE de Teddy Bautista proporcionó ese esplendor. Teddy era y es un visionario, y además un enamorado de la música electrónica. Sin su impulso personal nunca habríamos actuado en Nueva York, y gracias a ese viaje iniciático de 1993 pude instalarme en la Gran Manzana algunos años más tarde. La SGAE estaba también fascinada con nuestro sello Hyades Arts.

 

«Vivimos en una España musical plana»

 

Ahora vivimos en una España musical plana, en la que solo cuentan los niñatos de Operación Triunfo con su música enlatada, que está empobreciendo todo el panorama. Nadie apuesta por nuevos estilos sonoros, como hacía SGAE en esos años. Ahora o eres cantautor o montas un grupito de pop a ver qué sale, y a rular por festivales. No hay propuestas rompedoras ni interesantes, es todo puro continuismo.

Para terminar, desde que cerró Hyades Arts te has dedicado a la literatura y al cine, que imagino que serán profesiones más lucrativas. ¿Este retorno de El Sueño De Hyparco es una aventura puntual, o estás planeando un regreso más serio?

Lo de lucrativo supongo que será una broma (risas). Ser artista rara vez lo es, y menos si te dedicas a tres palos de manera simultánea como cine, música y literatura. Pero es lo que elegí. Nunca he trabajado para nadie, excepto cuando tenía dieciocho años, que me contrató una conocida agencia de detectives como responsable informático…

Ahora me dedico a hacer mis propias películas, mientras produzco óperas primas de alumnos talentosos, ya que imparto cursos de cine con enfoques totalmente anti establishment. Vamos, que ni en la ECAM ni en la ESCAC tengo muchos amigos. En cuanto a El Sueño de Hyparco, estamos abiertos a ofertas para tocar en otros festivales similares al MIRA, y también buscamos manager. Los interesados podéis escribirme con sustanciosas ofertas a antoniodyaz@gmail.com. Julián vive en Dublín, Alba en Barcelona y yo en Madrid, pero nos desplazamos si nos pagas el taxi.

www.antoniodyaz.com

Entrevista: Vidal Romero

 

MIRA DIGITAL ARTS FESTIVAL
8, 9, 10 de noviembre de 2018 / Fabra i Coats, Barcelona
Comprar entradas.
www.mirafestival.com

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