Con menudo desmadre nos vamos a topar en esta nueva serie de la cadena SyFy. El entablado propuesto por su creador James Roland (“Weeds”, “Mad Men”) es un derroche de creatividad, sinvergonzonería, incluso mal gusto. Todo sale de la cabeza de este caballero que no se corta un pelo a la hora de crear un guión.

Se nota que James ha bebido en muchas fuentes antes de lanzarse en picado con esta barrabasada donde nada ni nadie es normal. Todo arranca en 1999 con una pareja de chavales intentando pillar cacho con una guapísima señorita, Grace D’Argento (interpretada por la actriz barcelonesa Cristina Ochoa, nada menos que sobrina del Premio Nobel Severo Ochoa), quien aparentemente se encuentra tirada en la carretera con su fastuoso Chevrolet Camaro rojo, a la vez que se zampa un chupa-chups. Como ya decía, aquí nadie ni nada –ahora lo digo por el coche, en especial su motor- es normal, ahí lo dejo. Luego se sumarán a la trama un par de «polis» de Los Ángeles –entrecomillado, pues no son realmente maderos, más bien de una corporación que lo controla todo y los tienen para dar palizas e imponer el orden con el caos y el miedo- los dos marcando tableta de chocolate (blanco y negro, para que nadie se enfade). Uno de ellos, Arthur Bailey (Alan Ritchson), se coronará rápidamente como el protagonista principal de la serie.

Luego, y bajo una banda sonora tan particular como “Allons enfants de la Patrie” (himno de Francia), un maestro de ceremonias de lo más depravado, perverso y caustico: Julian Slink interpretado por Colin Cunningham (“Falling Skies”, “Little Pink House”). Me temo que incluso más imprescindible que cualquier otro personaje, eso que los hay a porrón y la mar de curiosos. Un manitas de la mecánica encerrado dentro de un cuerpo muy frágil (The Scholar), un chef que hace hamburguesas humanas que responde al curioso nombre de Karl Kox (¿en homenaje al famoso DJ de techno? ¿Al célebre luchador profesional de los años 30? No sabemos), un neo-Elvis gordo, un asalvajado conductor que solo se pone tierno con su rescatado ‘chihuahueño’ Calígula (Rig Bone), etc.

Estamos ante un crossover televisivo que homenajea -a su manera- el cine gore y de serie B. Películas como “Grindhouse”, “Blood Car” (por supuesto que sí, a leguas se veía venir, de hecho la idea principal nace de esta cinta de Alex Orr de 2007), “Mad Max”, “Death Race”, “Los autos locos”, “Calígula”… Esto último no solo por el perrito, sino porque hay sexo y orgías gratuitas, para parar un tren. Mejor dicho, un autobús. El Suck Bus que encontraremos en el episodio quinto titulado “The F…ing Dead”, este, se nos escapa de madre. Es curioso como estos excesos suelen aparecer siempre con cartelones negros tapando género. A veces los cartelones ocupan media pantalla, eso ocurre para dejar correr la imaginación cuando por ejemplo Christopher Carpenter –el poli negro interpretado por Thomas Dominique– sale completamente desnudo ya que la sintética creación de Heart Industries (os hartaréis de ver esta empresa en cada capítulo), Aki, la robot que se contonea más que Betty Boop, lo está transformando en… ¿algo más oscuro que su color de piel?

En definitiva. Los amantes de lo absurdo, surrealista, el placer y el dolor, de zombies y mutantes, de caníbales y científicos a lo “Re-Animator”, las Amazonas, un puñado interminable de personajes enfermizos, carreras locas de automóviles, mucha música eléctrica, metalera y algún que otro tema más electrónico como el “The Promise” de When in Rome remezclado por The Covenant… Pues amiguetes, estáis (estamos) de suerte.

www.syfy.com/blooddrive

Texto: Bruno Garca

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