Se trata sin lugar a dudas de uno de los fenómenos cinematográficos de nuestra cartelera. “As bestas”, inquietante western de atmósfera rural creado por Rodrigo Sorogoyen e Isabel Peña que aun habiendo sido estrenado a finales del 2022, sigue fuerte y muy de actualidad tras atiborrarse de estatuillas -un total de nueve- en la última edición de los Premios Goya. Se trata de la película que clausuró la 55ª edición de del Festival Sitges por todo lo alto.

Un filme que derrocha hermosura, toxicidad e incomodidad a partes iguales y cuya inspiración es tan brutal como real. Puro cine de suspense donde sin ser familiar, se pone en valor el coste de la familia. Uno de consecuencias extremas y trágicas.

«As bestas», un conflicto real

En vez de hacerse con un par de episodios en lo que podría ser la “Crims” de la televisión de Galicia, ha acabado inspirando una gran peli. Una desafortunada historia acaecida hace poco más de una década en una aldea perdida de la mano de dios -ocurrió años atrás en Santoalla (Ourense)- donde Martin Albert Verfondern, un holandés, se mudó en busca de un futuro más tranquilo, incluso idílico, junto a Margo Pool, su mujer, de hecho la única habitante con la que cuenta actualmente ese villorrio. En la ficción, una pareja francesa interpretada por Denis Menochet y Marina Foïs.

Tras una serie de notables altercados con dos lugareños -hermanos, los Rodríguez, representados en la película por Luis Zahera y Diego Anido- Antoine Denis desapareció un mal día de la faz de la tierra en ese bosque que tanto le apasionaba.

Misteriosa desaparición provocada, como bien se pudo evidenciar luego y sobre todo por el ímpetu de una esposa-coraje, por una serie de intereses económicos fruto de las promesas a los aldeanos de una compañía de energía eólica. Casi un lustro tardó en resolverse el asesinato. En la cinta, algo más de dos horas y cuarto.

As bestas

Tensiones a fuego lento

Es evidente. La narrativa y la cinematografía transcurren con la parsimonia de su entorno, uno exuberante, agreste y bucólico. Las cadenas montañosas, los bosques de niebla… toda la personalidad de la ‘natureza galega’ siembra de secretos y personalidad el ambiente mientras que unos pocos animales de dos patas se acribillan con la mirada en un triángulo de fatal destino.

Xan, el papel de Luis Zahera le viene al pelo. Si bien es verdad que lo hemos visto constantemente con ese tono chulesco y cortante -recordemos títulos como “Canallas”, “Entrevías” y hace poco en “Infiesto”- en “As bestas” lo borda de principio a fin.

As bestas

De las miradas a las palabras rudas y amenazantes a pie de cantina donde ni el dominó los aplaca. De las palabras a la coacción, a jorobar desde las sombras con verdaderas trastadas, a bromas sin gracia y a retos peligrosos ideados por el mismo diablo. Finalmente, lo inevitable. Y es que cuando alguna mente aún está regada por la sangre del cromañón… Mal.

La tirantez de los machos en el primer tramo de la peli es constante. Ya que estamos, incluso primitiva. Sin embargo la que se puede contemplar en la segunda mitad del filme entre Marina Foïs y Luis Merelas -la mamá de los hermanos sin freno- es mucho más sensorial y fría.

Es ahí cuando disfrutamos -o sufrimos, según se mire- con otro talante, el de dos personajes dramáticos indispensables y bien construidos. Se supone que debería haberse creado un nuevo triángulo, incluso generacional, lleno de tiranteces si sumamos la aparición de Marie, hija de Marina, sin embargo esta no acaba de cuajar del todo. Me quedo sin dudarlo con la dupla primera y el fuerte simbolismo contenido pero más complejo de sus personajes.

El desenlace de la película no deja interrogantes, aunque un buen rato para pensar después del festín interpretativo y visual.

As bestas

Algunas bestias en el camino

La historia del cine está llena de películas con desencuentros fatales. En el caso de “As bestas” se ha hablado mucho de su afinidad con un clasicote como «Perros de paja» (Sam Peckinpah, 1971). De lejos con la que más se ha comparado.

Pero también han salido a la palestra otras ‘bestias’ como “Crisis” (Ingmar Bergman, 1946), “La venganza de Manon” (Claude Berri, 1986) e incluso alguna más reciente como “Tres anuncios en las afueras” (Martin McDonagh, 2017) por el importante papel de las mujeres.

B.S.O. de Olivier Arson en «As bestas»

Para redondear este fascinante aro de interpretaciones, fotografía, entornos naturales asombrosos, y por supuesto una narrativa tensa e intrigante, está la música de Olivier Arson. Es un habitual del director Rodrigo Sorogoyen. Ya los disfrutamos en las anteriores “El reino”, “Que dios nos perdone”, “Madre” o la espectacular serie “Antidisturbios”. Incluso con su anterior banda The Folding And The Point para “Stockholm”.

En “As bestas” ha vuelto a apostar por el caballo ganador con una propuesta tirante y experimental. La ha resuelto a las mil maravillas a través de un minimalismo acongojante, bastante atonal, donde se entremezclan instrumentos clásicos (en especial cuerdas, idilio perfecto porque unas veces respiran y otras ‘ahogan’) y elementos percusivos -en ocasiones discordantes- salidos de la propia madera, del entorno natural que engulle este oscuro largometraje.

Estamos, también en lo musical, ante un ejercicio agudo, visceral e inhóspito de auténtica supervivencia.Como guinda final, destacar que la música del compositor no para de crecer. Últimamente también lo hemos escuchado en otros largos importantes como “Cerdita” (Carlota Pereda, 2022) y en una de las primeras series que vi a través de Movistar+, “La zona”.

Texto: Bruno Garca

 

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