El Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona se convierte en el tablero mental de Chris Ware hasta el próximo 9 de noviembre de 2025. Historietista meticuloso, diseñador obsesivo, narrador del detalle emocional y maestro de las viñetas silenciosas. «Chris Ware. Dibujar es pensar» no es solo el título de la exposición: es también su manifiesto íntimo, su forma de estar en el mundo.
Para todas las que crecimos con tebeos y sentimos que el cómic puede ser más que narración y más que dibujo, «Chris Ware. Dibujar es pensar» lo confirma. Ware ha elevado el lenguaje gráfico a la categoría de arquitectura emocional: espacios donde el tiempo se se pliega como un papel en cuadrículas, donde los personajes apenas hablan pero lo dicen todo, donde el papel se convierte en piel.
Todo empieza con una viñeta y termina en vértigo, el CCCB realiza una exhibición tan meticulosa y emocionalmente precisa como la obra del propio autor. Porque Chris Ware es sinónimo de narrativas lentas, hiperfragmentadas y silenciosas.
Dibujar es pensar sin palabras
Decía el filósofo alemán Heidegger que “sólo se piensa realmente cuando se escribe«. Como dice el propio Ware, dibujar es una forma de pensar sin palabras. En un mundo donde todo nos empuja a la velocidad y la simplificación, y en un momento donde lo visual se banaliza en loops infinitos, su trabajo es casi un acto de resistencia. Una forma de cuidar la imagen desde lo emocional, de defender la lentitud, de diseñar el vacío sin que se perciba como un error.
La muestra, comisariada por Jordi Costa, recorre el trabajo y pensamiento visual del artista canadiense. El recorrido incluye desde «Jimmy Corrigan, the Smartest Kid on Earth» hasta piezas recientes como «Building Stories», con su formato desplegable que parece más una caja de recuerdos que un libro. Pasa por obras seminales como «Rusty Brown», y acaba con sus materiales didácticos desarrollados en el Art Institute of Chicago. Además cuenta con piezas menos conocidas, maquetas, objetos impresos, páginas originales, cuadernos y cajas-libro imposibles de catalogar. Ware disecciona la rutina, la familia, el trauma y la memoria sin levantar la voz. Y eso es lo que abruma: la sutileza convertida en arquitectura emocional.
Por su parte Costa entiende perfectamente lo que Ware propone: una poética de lo mínimo, donde cada línea, cada viñeta, es una pregunta existencial. Aquí no se viene a leer rápido, se viene a quedarse, a mirar con pausa, a entrar en bucle.



El pensamiento gráfico de Chris Ware
Chris Ware (Omaha, Nebraska, 1967) ha llevado el cómic a otra dimensión: la del pensamiento gráfico. En lugar de espectáculo, hay introspección. En lugar de superhéroes, hay vecinos solitarios, padres perdidos, abuelos tristes, y muchas habitaciones con las puertas entreabiertas. Y es que no hace cómics para escapar. Los hace para quedarse atrapado. Para intentar ordenar el caos de la mente, del recuerdo. El artista nos recuerda que hay belleza en el ser humano, en la complejidad de la existencia, en el matiz, en la melancolía que no se exhibe.
Además como Ware es estudioso y conocedor de la historia del cómic, la exposición traza conexiones con referentes como Charles Schulz, Windsor McCay, Krazy Kat o los grandes diagramadores de lo cotidiano. Bebe de las viñetas clásicas, pero las lleva al colapso gráfico: capas, repeticiones, pliegues, sistemas narrativos dentro de otros. Es cómic, pero también partitura, plano, maqueta, diario.
Ámbitos de la muestra
La muestra cuenta con diez secciones que articulan un recorrido temático y sensorial a través de las diferentes etapas que la componen. A medida que se avanza por el espacio expositivo, el visitante se ve inmerso en el universo Chris Ware. El circuito de luz tenue, lejos de ser lineal, obliga al espectador volver sobre los propios pasos para llegar a la salida. Esta estructura no lineal refuerza la idea de las propias narrativas del historietista, y es que sus páginas no siguen una línea temporal al uso, se leen de abajo a arriba, de derecha a izquierda. Así pues la experiencia no se agota en un único sentido de la marcha, sino que el regreso al inicio ofrece nuevas lecturas y resonancias.
«ACME Novelty Library», «Jimmy Corrigan» y «Quimby the Mouse»
«ACME Novelty Library. Una corporación unipersonal» es el punto de partida: una serie que recoge toda la tensión entre alta cultura y arte popular. Aquí Ware juega con el formato revista, los anuncios ficticios y la nostalgia impresa para construir su laboratorio narrativo personal. Humor melancólico, diseño de otro tiempo, y crítica desde dentro. Sigue «Jimmy Corrigan. El padre que (casi) nunca estuvo». Sobre el padre ausente y la herida familiar, está considerada una obra maestra del cómic contemporáneo. Esta novela gráfica escarba en la genealogía de la soledad. Ware disecciona la relación entre un hijo y su padre ausente a través de viñetas que son fracturas, saltos temporales y mapas emocionales al milímetro.

Por su parte «Quimby the Mouse. La Musicalidad del Slapstick» es una historieta muda y aparentemente simple que esconde una carga existencial profunda. Quimby, con su aire de dibujo animado clásico, sirve como alter ego angustiado, atrapado en ciclos de culpa, torpeza y desesperación con ritmo de gag metafísico.

De «Viaje a las raíces» a «Rusty Brown» pasando por «Building Stories»
Seguimos con un recorrido visual por la formación del autor: influencias de «Krazy Kat, Peanuts», la arquitectura de Chicago y las bibliotecas públicas. En esta sección Ware se mira a sí mismo como lector, diseñador y autodidacta, reconstruyendo el paisaje de su educación sentimental y estética. Y a continuación dos joyas: «Building Stories. Arquitectura de la existencia». Una de sus obras más ambiciosas: diecisiete objetos narrativos contenidos en una caja. El edificio donde vive el protagonista es el verdadero narrador. Cada piso, cada detalle doméstico, cada silencio: todo es historia, todo es pensamiento gráfico.

En la novela gráfica coral «Rusty Brown. El universo en un copo de nieve» se cruzan infancia, fracaso, alienación y microdramas del medio oeste estadounidense. El tono es seco, casi cruel, pero nunca pierde una capa de ternura contenida. Ware perfecciona aquí su estrategia de mosaico narrativo.

«The New Yorker» y «Ética de la observación»
El show muestra más de una treintena de portadas para la revista The New Yorker, la más famosa de Manhattan. Aquí Chris Ware se muestra como observador elegante del tiempo urbano: estaciones que pasan, luces encendidas, escenas mínimas cargadas de memoria. Un diario ilustrado sin palabras. El apartado «Ética de la observación. Cuadernos de dibujo y viejos edificios» se plantea como un núcleo reflexiona sobre la mirada como responsabilidad. Dibujar, para Ware, no es representar: es acompañar, recordar, reparar. La ética aparece en el encuadre, en la espera, en el respeto al detalle —como si observar bien fuese un acto de cuidado.

De «Ragtime» a «Pedantry & Pedagogy. La cuarta dimension de la gráfica»
Para acabar el recorrido, la sección «Ragtime» explora el ritmo visual como forma narrativa, para ello Waren se inspira en la música sincopada de Scott Joplin. Repeticiones, variaciones, cortes y pausas construyen una estética donde cada viñeta suena —y donde el ojo baila. Para acabar con «Pedantry and Pedagogy. La cuarta dimensión de la gráfica», donde Ware no se disculpa por su obsesión con el detalle. Este apartado explora su pulsión clasificatoria: gráficos, instrucciones, esquemas, reglas y parodias de lo didáctico. Pedantería como placer, pedagogía como juego, diseño como forma de pensamiento.

Cierre con el espacio de creación colectiva
La exposición concluye con un espacio de creación colectiva inspirado en «Building Stories», adaptado a Barcelona. Una gran retícula en blanco invita al público a dibujar y construir una historia de forma colaborativa. Se trata de una propuesta de la escuela de cómic La Gossa, con aportaciones de varios dibujantes. Además, el espacio incluye una zona de lectura, descanso y una biblioteca con obras de Chris Ware y los mencionados referentes clave en su trabajo. Para acabar mencionar que en paralelo a la exposición, el CCCB presenta un programa de actividades paralelas que incluye talleres, encuentros y proyecciones, y cómo no, un increíble catálogo.



La exposición de Chris Ware, el arquitecto de emociones mínimas en el CCCB, tan intensiva como extensiva, se puede visitar hasta el 9 de noviembre de 2025. Tal y como nos tienes acostumbrados el CCCB con exposiciones anteriores, «Chris Ware. Dibujar es pensar» está cuidada la milímétro. Si alguna vez te preguntaste qué ocurre cuando un dibujante se obsesiona con el alma humana, esta exposición tiene la respuesta. Porque lo que realmente importa es esa sensación: la de entrar en una sala, mirar una viñeta … y quedarse ahí, suspendida.
Más información sobre la muestra en la web del museo.
Texto: María Muñoz
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