Junto a la retorcida, futurista a la vez que polvorienta Westworld, y sin tener la más mínima duda, Taboo se ha convertido en una de las más brillantes “primeras temporadas” de los últimos meses para este que os escribe. Esta serie televisiva emitida por FX creada por Steven Knighty los Hardy (Chris y Tom, padre e hijo respectivamente), a la vez que respaldada por Ridley Scott, se ha colado en mi Top 3 de ¡quiero que vuelva ya!. Arrancó su emisión justo cuando nos estábamos sacudiendo todos los excesos navideños, el pasado 7 de enero. Cerrando tras ocho capítulos a finales de febrero. Bajo el manejo de hilos del sueco Kristoffer Nyholm (Forbrydelsen, The Enfield Haunting) muy pronto nos sumergimos en el apasionante a la vez que delirante universo de James Keziah Delaney (un soberbio Tom Hardy, hasta sus gruñidos enriquecen ante la cámara). Nos situamos en la Londres de 1814. Esa misma donde se produjo el conocido suceso de la inundación de todo un barrio por 1 470 000 litros de cerveza. Un año donde la prostitución y todo tipo de trapicheos estaban a la orden del día, los cadáveres producto de asesinatos saqueados nada más sumergir en sus embarradas orillas… mientras, en la clase “noble o adinerada” gobernaban a sus anchas el impopular Príncipe Regente (la versión más ponzoñosa del Príncipe de Gales) y Sr. Stuart Strange, otro sobresaliente para la interpretación de Jonathan Pryce, a quien odiarás tanto o más como hacías con él en Juego de Tronos (Gorrión Supremo) haciendo de mandamás de la todo poderosa East India Company.Igual esta detestable empresa te suena de Piratas del Caribe, haz memoria.

Pues bien, la inesperada aparición de James Delaney (se daba por muerto tras aventurarse por tierras lejanas y salvajes, nos vale África) traerá a dicha compañía de cabeza. James, esa mosca cojonera a la que si no consiguen persuadir y comprar, debe ser aniquilada de un galletazo. Resulta que el amigo Delaney viene además a vengar la muerte de su padre, a la vez que ponerse al tanto de una importante herencia (bueno, esto, excepto una salvedad que no es precisamente un saquito de diamantes ni propiedades, es lo que menos le importa… no pertenece a la Hermandad del Puño Cerrado como diríamos por aquí).  En definitiva, que de golpe y porrazo lo tenemos metido en un cruce de intereses donde él, y siempre bajo un muy descriptivo halo de misterio, rudeza y convicción, es el ‘enemigo público número uno’ de los que no se cansan nunca de tener fortunas. A este menú donde ya tenemos a todo un temerario de moral irrompible que embelesa jugando sus bazas –siempre por motivos personales- entre dos grandes potencias como la Británica y la Americana, le sumamos un guión bastante compacto donde no faltarán escenas violentas, incestos… todo bajo una fotografía sombría, cuidada y hermosa. La ambientación de esa Londres rota, con más mugre que todas las versiones juntas de Oliver Twist, está de diez. El desarrollo de los personajes es también bastante acertado. Además de los ya mencionados, no pierdas comba con la personalidad de su algo más que hermana Zilpha Geary (Oona Chaplin), el sirviente y guardián de secretos familiares Brace (David Hayman) o el delirante químico Cholmondeley (Tom Hollander) quien aparece a partir del cuarto episodio y ya no puedes (pueden) vivir sin él.

Una historia plagada de ‘tabúes’ que se cuece a fuego lento a pesar de los respingos impulsivos o los flashbacks recuerdos o pesadillas- que sirven además como entradilla de la serie. Como un buen plato de cuchara todo acaba por cocinarse rico tras esos ocho capítulos de una hora cada uno. Taboo goza de un buen desenlace final que como te podrás imaginar no pienso desvelar, y que por supuesto, te deja con ganas de más… Toca esperar hasta 2018, que además Tom Hardy debe antes patearse otro puñado de cabezas-huecas en Mad Max: The Wasteland y se rumorea que hará de “stormtropper” en el episodio VIII de Star Wars. Una frase: “Fui testigo y participe de una oscuridad que ni siquiera tú podrías jamás concebir” (James Delaney).

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Texto: Bruno Garca

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