La música del compositor polaco Michal Jacaszek siempre ha funcionado como un juego de contrastes: texturas electrónicas enfrentadas a instrumentos clásicos, masas corales manipuladas mediante efectos digitales, composiciones barrocas filtradas a través de procesos contemporáneos. Un equilibrio entre opuestos que en su último disco, Kwiaty (Ghostly, 2017), se agudiza al incorporar a sus canciones los textos de Robert Herrick, un poeta inglés del siglo XVII famoso por la manera en que mezclaba temas paganos con visiones religiosas.

Nacido a principios de los setenta, cuando su país estaba sometido al dominio comunista, Jacaszek está convencido de que esa circunstancia se ha filtrado tanto en su educación sentimental como en su concepción de la música. Crecí rodeado por música clásica, casi siempre discos de Chopin que ponía mi madre, que también era capaz de tocar su música al piano. Por otro lado, artistas de música popular como Bob Marley, Bee Gees o Joe Dassin eran una presencia constante en el reproductor de casetes de mis padres. Y creo que ese escenario musical tan variado influyó en mí de una manera determinante. No en cuanto a su formación académica, porque nunca he estudiado música; preferí dedicarme a las artes visuales, algo que me ayuda mucho a entender y crear música, sino en su sensibilidad a la hora de enfrentar la composición desde puntos de vista alternativos. Conseguir buenos instrumentos era muy difícil en aquella época, y tampoco resultaba sencillo acceder a música extranjera. Algunas veces nos llegaban los ecos de algún éxito inglés o americano, pero poco más. Mis primeras creaciones musicales estaban construidas alrededor de piezas de música disco norteamericana, que manipulaba utilizando dos viejos radiocasetes: modificaba las cintas, añadía “grabaciones de campo” (es decir, gritos, palmas, sonidos de cristales rompiéndose) y lo mezclaba todo. Nada que merezca la pena recordarse.

Tu país posee una larga tradición de compositores aventureros, gente como Krzysztof Penderecki o Henrik Górecki. ¿Te sientes parte de esta tradición de algún modo? Has mencionado a Gorécki. Yo podría añadir a Szyanowski, Kilar, la música de raíces polaca o Chopin. En cualquier caso, la inspiración no es directa: todos los polacos tenemos a esos compositores corriendo por nuestras venas, hasta el punto de que hace poco que me he fijado en que la métrica de la mayoría de mis canciones está en 3/4.

Tu música está basada en el contraste entre instrumentos clásicos y tratamientos electrónicos. ¿Cómo desarrollaste un interés en ese tipo de mezcla? En realidad, creo que en mi música los instrumentos acústicos y electrónicos se mezclan sin demasiado contraste; las partes electrónicas están basadas mayormente en instrumentos acústicos, así que la fuente es la misma. De todos modos, la razón por la que acudo a la electrónica es bastante pragmática: me ayuda a trabajar con la música, a tocar instrumentos, a diseñar los arreglos y sacar adelante la producción. Así que antes que nada se trata de una herramienta perfecta para trabajar desde una perspectiva do it yourself. Por otro lado, y en términos del sonido, prefiero utilizar su color y sus características para expandir el sonido natural de los instrumentos acústicos antes que producir partes generadas artificialmente.

Continuando con la pregunta anterior, el componente electrónico suele funcionar de dos maneras en tus canciones. En algunos casos flota en el plano de fondo de las composiciones: una presencia atmosférica ominosa, una cortina de ruido que va creciendo y devorando todo lo demás. En otros casos, se limita a realizar pequeñas variaciones sobre el sonido de los instrumentos. Así que ¿cuál es tu proceso de composición? ¿Cómo decides cuál de esos caminos es el correcto en cada ocasión? El proceso es altamente intuitivo, así que no sigo ningún plan preciso. Colecciono loops, sampleo fraseos y partes tocadas en directo por instrumentistas, y luego las pongo todas en común, siguiendo una estrategia parecida a la del collage, hasta que alcanzo algún resultado que me satisfaga.

He leído en varias entrevistas que te gusta grabar tus temas con todos los instrumentos sonando en directo, algo inusual en el campo de la electrónica experimental. ¿Es una manera de escuchar la composición y modificarla mientras suena? Tocar en directo tiene ciertas reglas propias relacionadas con la representación teatral, en la que el contacto directo con el actor es necesario. Me aburre profundamente ver a algún productor detrás de un portátil, reproduciendo su música, por muy buena que sea. Prefiero invitar a músicos y cantantes a mis conciertos.

Acerca del proceso de post producción, algo que siempre me ha gustado de tus discos es el cuidado que sueles poner en la dinámica: todas esas olas de sonido subiendo y bajando, todos esos pequeños detalles que resuenan aquí y allá. Parece que la mezcla es para ti casi tan importante como la composición. La mezcla está conectada de manera íntima con el proceso de creación y composición de las piezas. Para mí es complicado separar esas dos partes, porque algunos elementos como las reverbs y otros efectos, o la sensación de escala, tienen un gran impacto en el carácter final de cada canción.

En cuanto a tus discos, me da la impresión de que se pueden dividir en dos grandes grupos. Por un lado están los que parecen girar alrededor de un “gran concepto” que atraviesa todas las canciones, como sucede en Treny (2008) o Pentral (2009). Por otro lado, títulos como Glimmer (2011) o Piesni (2013) parecen construidos a partir de una paleta de sonidos muy concreta. Hay muchos lugares, ideas y piezas artísticas que me fascinan, y lo que hago es expresar esa fascinación a través de mi música. Por otro lado, plegarme a un concepto muy concreto me ayuda a mantener un enfoque consistente durante todo el proceso de producción de un disco. En Piesni, además de la paleta sonora hay también un concepto: la adaptación de antiguas canciones católicas, en versión instrumental. En Glimmer, utilicé el clavicordio para expresar mi amor por la música barroca. Así que en realidad, existe una idea básica detrás de todos mis discos.

Hablemos ahora de tu último disco, Kwiaty. La fuente de inspiración del disco está en los poemas de Robert Herrick, y tras leer algunas de sus obras debo decir que no me sorprende: la mezcla de lo religioso y lo profano me recuerda a tu propia música, así que puedo ver los puntos de conexión. Pero, ¿qué fue lo que te sedujo de estos poemas en un primer momento? La simplicidad, la rítmica, la duración. También el propio carácter de esas letras íntimas y sensitivas, que hablan del paraíso perdido, la naturaleza moribunda y el amor. Los poemas de Herrick son un material perfecto para mí.

Para componerlo, has rescatado canciones de tu archivo que no habías llegado a utilizar. Teniendo en cuenta la naturaleza del disco, ¿por qué buscar canciones antiguas y desconectadas entre sí, en lugar de escribir otras para la ocasión? Porque era mucho más rápido y sencillo. Al menos sobre el papel, porque en realidad tuve que reescribir profundamente varias de esas piezas para que pudieran funcionar como canciones. Además, utilizar el archivo añadía al proyecto una dimensión metafísica, que tenía mucho que ver con el tipo de poesía que escribía Herrick.

Kwiaty significa “flor” en polaco. ¿Por qué ese título? Las flores son el tema principal dentro de la poesía de Herricks. La efímera duración de su belleza inspiraba al poeta y le servía para reflexionar acerca de la trascendencia de la vida.

Por último, creo que es muy importante la manera en la que has trabajado con las voces en Kwiaty, que en contraste con discos anteriores, en los que utilizabas voces operísticas o masas corales, tiene un aire cercano al pop. ¿A qué se debe este cambio? Suelo trabajar en piezas a las que asigno un texto desde el principio, y luego me planteo qué forma deben tener las voces que interpreten esos textos. En este caso estaba utilizando adaptaciones de poemas, así que parecía interesante cambiar el punto de vista, aunque en algunos pasajes siguen apareciendo masas corales. En ese sentido, Kwiaty es probablemente el disco más sencillo y accesible que he compuesto hasta la fecha.

En tu página web hay listados muchos trabajos de bandas sonoras para películas, documentales y anuncios. Me parece lógico, porque muchos de tus discos tienen un aire a música de película. ¿Cuáles son las diferencias a la hora de trabajar en este medio? Siempre es comprometido trabajar en música para películas. Tienes una duración limitada, no puedes recargar tu música con demasiadas capas, hay que lidiar con las interminables sugerencias del director… La libertad es mucho menor, pero aún así me gusta mucho. Además, el mundo de lo visual siempre ha sido una de mis fuentes de inspiración, así que componer una banda sonora es un reto al que me gusta enfrentarme.

Para terminar, ¿estás interesado en realizar una versión de Kwiaty para el directo? La verdad es que ya hemos dado un par de conciertos. Me gusta tomar el máximo posible de elementos utilizados en la pieza original y tocarlos en directo. En estas dos ocasiones invité a un arpista, yo toqué guitarras y partes electrónicas y mi cantante habitual, Hania, se ocupó de cantar las letras. Todo lo demás, como los ritmos y los sonidos de ambiente, estaba pregrabado.

 

 

soundcloud.com/jacaszek

Entrevista: Vidal Romero.

Foto: Pawel Grzes

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