Dice David Holmes que antes de músico se considera Dj, y que antes de Dj se considera oyente de discos. Un orden de prioridades que explica por qué es uno de los mejores selectores que pueden encontrarse ahí fuera: un tipo que igual encaja una sesión estupenda de techno de los noventa, realiza un programa de radio alrededor del girl-pop de los sesenta o se encarga de poner música en una película ambientada en la Irlanda de finales de los sesenta. La última prueba de su talento llega, precisamente, en forma de disco de sesión: ha realizado el último volumen de la serie Late Night Tales, una colección de canciones atmósfea sombría y voluntad ultraterrena, con la que espanta algunos fantasmas que le andaban rondando en los últimos tiempos. 

La primera vez que entrevisté a David Holmes me pareció un  tipo arisco y excesivamente nervioso. Acababa de publicar su cuarto disco largo, David Holmes presents The Free Association (2002), y su segundo CD-mix, Come get it got it (2002), estaba dando sus primeros pasos en Hollywood y, en fin, parecía que el mundo estaba a sus pies. Quince años después, la persona que me responde al teléfono parece otra completamente distinta. Pausado y reflexivo, Holmes cuenta que el volumen que ha preparado para LateNightTales, uno de los mejores que serie ha publicado hasta la fecha, tiene mucho que ver con las cosas que han sucedido en su vida recientemente. “Lo describiría como una reflexión acerca de la memoria”, explica, “del valor que tienen los recuerdos y de cómo nos aferramos a ellos. El último año me he sentido rodeado por la muerte; perdí a un hermano y  a varios de mis amigos, y empecé a pensar en cosas que compartía con ellos, en cosas que me permitían recordarlos. Es curioso, porque todo esto me ha hecho establecer una relación particular con la muerte y preguntarme si tal vez existe algo ahí detrás, que es la razón por la que le he puesto ese subtítulo al disco, God’s Waiting Room. Imagino que la vida también consiste en esto”.

¿Es esa la razón de que en el listado del disco aparezcan tantas canciones de los sesenta y los setenta? ¿Funcionan, quizás, a modo de homenajes? No son homenajes, o al menos no lo son en un sentido tradicional, porque se trata de canciones que me gustan a mí, que en ciertos casos me acompañan desde hace mucho tiempo, pero que en otros acaban de llegar. Su presencia en el disco tiene que ver con toda la exploración que estaba realizando, con ese viaje interior del que te hablaba hace un momento. En el fondo las he escogido porque el mensaje que transmiten refleja el estado sombrío en el que me encontraba. Un estado que casa muy bien con la idea de nocturnidad.

Muchas de las canciones que contiene el disco son auténticas rarezas, también hay algunas inéditas y hasta has escrito tres o cuatro de manera específica. ¿Sentías que te faltaban piezas para completar ese puzzle del que estás hablando? Es que no quería publicar una recopilación repleta de canciones típicas, o que todo el mundo pueda encontrar con facilidad; imagino que si quisieran algo así no me habrían llamado a mí. Así que, como tengo la suerte de tener muchos amigos que se dedican a la música, me he permitido pedirles que me dejaran utilizar canciones raras o que ni siquiera habían llegado a publicar. Y también he escrito algunas canciones que encajaran con la atmósfera general.

A pesar de ese tono sombrío que comentas, el disco funciona muy bien, las canciones encajan entre sí de una manera muy fluida. ¿Le has dado muchas vueltas al listado de temas hasta llegar a ese punto? Se trata de una recopilación muy personal, como ya te he dicho, pero al mismo tiempo quería que fuera entretenida, que la gente que la compre sienta que ha invertido bien su dinero. En el fondo, es una selección que no está pensada para impresionar a los DJs, hace ya mucho tiempo que no me interesa eso. Pero sí me gusta pensar que habrá oyentes que descubrirán canciones que desconocían, y que ese descubrimiento les llevará a acercarse a otros artistas o incluso a otros géneros.

Dices que esperas que la gente sienta que ha invertido bien su dinero. Pero, ¿no te parece que los discos de sesión son algo en peligro de extinción? ¿Tienen sentido en un ecosistema como el que nos rodea, repleto de podcasts y sesiones de cualquier género imaginable, de radios en internet y todo tipo de listas de reproducción? Internet es comunicación pura, es una plataforma que necesita generar contenidos de una manera constante, y que muchas veces sacrifica la calidad de esos contenidos a cambio de la inmediatez, del aquí y ahora. Un disco como este, en cambio, es el fruto de un proceso más largo, en el que intervienen muchas personas. Es cierto que ahora estamos en un periodo de transición: la gente se ha acostumbrado a cogerlo todo gratis y todavía no se ha dado cuenta de que tiene que apoyar a los artistas que le gustan, pero imagino que eso cambiará en algún momento. Y por suerte, todavía hay gente que se compra los discos que le interesan.

Otra cosa destacable del disco es su atmósfera, que es claramente cinematográfica. ¿Tiene que ver con tu trabajo en Hollywood, con todas esas bandas sonoras en las que participas desde hace años? Creo que es más bien al revés: hago bandas sonoras para películas porque me gusta la música que expresa sentimientos, que tiene corazón, que es capaz de conjurar una determinada atmósfera. Y como producía música de ese tipo, comenzaron a llamarme para hacer bandas sonoras. En el fondo, el cine es una consecuencia de mis gustos musicales: me hice DJ porque me encantaba escuchar música y compraba muchos discos, y mucho tiempo más tarde comencé a escribir mis propias canciones.

Hablando de ese tema, el año pasado también debutaste con un nuevo proyecto, Unloved, que de algún modo recuerda al pop orquestal de los sesenta. Algo que está bastante lejos de lo que el público habría esperado de ti. Me halaga que me digas eso, porque no me gusta nada repetirme. El proyecto surgió en Los Ángeles, durante una época en la que estaba escuchando mucha música de esa época: Phil Spector, Bobby Darin, Jack Nitzsche, The Supremes… para la mayoría de la gente la década de los sesenta comienza con The Beatles, pero a mí siempre me ha interesado mucho más lo que había antes. Había conocido a Keefus Ciancia trabajando en una película y me llevó a unas jam sessions que organizaba en The Rotary Club con otro amigo suyo, Jade Vincent, y me convencieron para que participara. Me lo pasé tan bien que decidí grabar un disco que homenajeara a toda esa época.

¿Y cómo llevaste a cabo esa idea? Porque en el disco colabora muchísima gente. Alquilé un estudio durante un par de semanas y comenzamos a dar vueltas alrededor de algunas bases que habíamos hecho Keefus, Jade y yo. Y empezamos a llamar a amigos y a conocidos para que se pasaran por allí a tocar, que aportaran sus propias ideas, siguiendo un poco el modelo de los músicos de sesión que trabajaban en los estudios en los sesenta, gente como la Wrecking Crew o como los coros de chicas que grababan en todos los discos. Y al final nos salió un disco de canciones, el tipo de disco que habría grabado si hubiera vivido en Los Ángeles en aquella época.

Entonces, ¿se trata de un proyecto puntual, o tendrá más recorrido? Tenemos ya planeado un segundo disco y queremos salir de gira después. Imagino que durante este mismo año.

¿Y qué hay de tu carrera en solitario? Han pasado ya casi diez años desde The Holy Pictures, tu último disco. Es algo en lo que pienso de vez en cuando. Podría hacer un disco: tengo más de veinte canciones grabadas y sólo necesito encontrar algo de tiempo para encajar las piezas y conseguir que todo funcione, pero tendrá que ser más adelante. Ahora mismo estoy trabajando en la nueva película de Steven Soderbergh, “Mosaic”, en la que actúa Sharon Stone, y también tengo una serie de televisión entre manos. Y algún proyecto más del que todavía no puedo hablar.

 

discogs.com

 Entrevista: Vidal Romero

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